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La ingesta emocional

La ingesta emocional, también conocida como hambre emocional, está muy vinculada a las emociones y a los sentimientos, sobre todo, cuando éstos son negativos y tenemos dificultad para gestionarlos.

Podemos diferenciar dos tipos de hambre: el fisiológico y el emocional.

El hambre fisiológico

Se caracteriza porque surge de manera gradual y la persona no tiene la necesidad de tener que comer de manera inmediata. El abanico de alimentos que se ingieren se ajusta a los patrones habituales de alimentación y la persona es capaz de dejar de comer cuando identifica la sensación de saciedad.

Todos, en alguna ocasión, hemos comido motivados por un capricho o un antojo, pero lo que le diferencia del hambre emocional es que no involucra a estados emocionales, es ocasional y no afecta a nuestra autoestima.

El hambre emocional

En cambio, cuando la ingesta es emocional, la persona siente la necesidad de comer para relajarse y así, poder silenciar las emociones desagradables, como la tristeza, ansiedad, la soledad, el aburrimiento, etc.

La comida se convierte en un falso refugio porque luego, el vacío que se siente, es mucho mayor.

¿Cómo puedo identificar el hambre emocional?
  • Las ganas de comer son repentinas.
  • Tengo un deseo urgente por comer.
  • El hambre surge en respuesta a un malestar emocional, un disgusto, discusión, etc.
  • Me apetecen alimentos concretos; normalmente alimentos calóricos y pobres en nutrientes.
  • Ingiero la comida de manera rápida y, generalmente,cuando estoy sol@.
  • La sensación de saciedad tarda más en llegar y, además, a pesar de sentirla, sigo comiendo. Me cuesta parar.
  • Ingiero los alimentos en soledad.
  • Es una conducta que se repite frecuentemente.
  • Me siento culpable después de la ingesta. Afecta a la autoestima.
Ingesta emocional ¿Por qué ocurre?

En nuestra cultura y ya desde pequeños, la comida se convierte en un reforzador positivo, recurrimos a ella para celebrar las cosas buenas que nos pasan; cumpleaños, primer sueldo, aniversarios,… y además, se nos presenta como un condicionante de refuerzo o castigo, por ejemplo; ¿cuántas veces se nos ha premiado con chuches por habernos portado bien? y cuando no ha sido así, me he quedado sin un alimento que me gusta…

Sin darnos cuenta, cambiamos el significado de la comida, ésta ya no tiene sólo una razón fisiológica, también va a tener una razón emocional.

Se trata de un patrón de conducta aprendido: la comida me hace sentir bien por lo que, recurriré a ella como ¨herramienta¨ para gestionar emociones negativas.

Además, cuando la ingesta es emocional, se suele ingerir alimentos ricos en grasas y azúcares y, este tipo de alimentación, tiene un alto poder adictivo debido a que activa en nuestro cerebro determinados neurotransmisores relacionados con sensaciones de bienestar.

Consecuencias de la ingesta emocional

Todos hemos recurrido a la comida alguna vez para ¨curar las penas¨, pero cuando este tipo de ingesta se convierte en algo recurrente, entonces sí va a tener unas consecuencias negativas en nuestra salud, tanto a nivel físico como emocional.

Nuestra salud física puede empeorar debido a un aumento de los niveles de azúcar, aumento de peso, tensión arterial, …
Y, a nivel psicológico, tiene efectos negativos en la autoestima, aumenta la inseguridad personal llegando a veces a provocar un aislamiento social.

CONSEJOS PARA MANEJAR EL HAMBRE EMOCIONAL

  • Aprende a diferenciar entre los dos tipos de hambre. Ten presente las características del hambre emocional para poder identificarlo a tiempo.
  • Establece un horario para las comidas y un menú semanal. No pasa nada si tienes que modificar algo en algún momento, pero procura tener una buena organización al respecto, te ayudará a mantener tu objetivo.
  • Come despacio y entre bocado y bocado, realiza una pequeña pausa.
  • Cuando reconozcas el hambre emocional, para un momento y pregúntate por qué quiero comer, cómo me siento y qué es lo que creo que me empuja a comer. Identificar la causa que me lleva a ello es el primer paso para poder gestionar las emociones y resolver la situación.
  • Piensa en los beneficios de comer bien.
  • Deja para otro momento en el que me encuentre más tranquil@ ese alimento que quería consumir. De esta forma, lo voy a disfrutar sin sentirme culpable después.

Estas pautas nos van a ayudar a tener una relación más sana con la comida, pero si te resulta difícil llevarlo a cabo porque no consigues identificar y gestionar las emociones entonces, sería recomendable, que lo consultaras con un Psicólogo Especialista en Psicología Clínica.

La terapia Cognitivo-Conductual ofrece buenos resultados, mediante este tipo de intervención aprenderás a manejar tus emociones y con ello, a gestionar mejor aquellas situaciones que te resulten más complicadas sin tener que recurrir a la comida. Si deseas más información puedes contactar conmigo y solicitar una primera consulta informativa gratuita.

23 octubre, 2019 Alimentación, Autoconocimiento, Bienestar , ,