Conforme van evolucionando las obsesiones, la persona va perdiendo fuerza para poder razonar que todo lo que le viene es absurdo porque el poder de la duda va ganando terreno.
Por esta razón, es frecuente que terminen por implicar a personas de su entorno más próximo buscando la confirmación de que eso que piensan no es real y por tanto, no va a pasar nada.
Debido a los altos niveles de ansiedad que acompañan a las obsesiones, la persona, va a terminar por desarrollar una serie de acciones cuya finalidad va a ser el intentar reducir o eliminar ese malestar psicológico. Esto es lo que se llama compulsión.
Se trata de comportamientos repetitivos, ilógicos, que cumplen con ciertas reglas o patrones rígidos cuando se llevan a cabo y cuya finalidad persigue poder reducir el malestar y/o evitar la consecuencia temida.
Pueden ser mentales: como rezar, contar, repetir palabras en silencio, etc. o motoras como por ejemplo: lavarse las manos, pisar baldosas, orden de objetos, comprobaciones…
Con el tiempo, las compulsiones van perdiendo su eficacia, éstas se van volviendo más exigentes e inefectivas para la persona ya que, necesita hacerlas más número de veces porque ese efecto tranquilizador que antes tenían va perdiendo intensidad y duración.
Debido a esto, la persona comienza a desarrollar conductas de evitación como medida de supervivencia, intenta evitar exponerse a todo aquello que piensa que le va a provocar la obsesión para dejar de sufrir, aunque con el tiempo compruebe que tampoco le funciona.